miércoles, 27 de marzo de 2013

CIENCIA Y POLÍTICA

Sabemos que la política actual se basa muchas veces en las emociones del electorado, y más en campaña electoral donde unos y otros se juegan el pellejo y la llegada al gobierno. La política ha dejado de ser un cambio continuo para pasar a ser a un ser estático, que no sufre ni ve cambios. Y he aquí el error por el cual hoy los políticos, más que la política, están pagando esa animadversión, desafección creada. Y tardará mucho en recuperarse esos niveles normales de moderantismo en la población que daban un cierto crédito a la clase política de turno. Me di cuenta, ya hace días, que la política no me satisfacía del todo, que lo hacía en mayor medida la ciencia, junto con otras disciplinas humanas. Se me abrió el balcón, la terraza que ya hacía tiempo se me había cerrado bajo llave a una realidad innegable e inherente a mi persona, a mi ser.

La ciencia quiere, pero no puede, o no la dejan, estar más presente en la política. Creedme, si lo estuviese todo iría mejor. El problema que tiene  la política a la hora de concebir gobernar con ciencia es ni más ni menos que la renuncia a ciertas cosas, o afirmaciones que habían tenido los políticos por ciertas e irrefutables. A un político le cuesta mucho aceptar que la Tierra no es el centro del universo, porque ello significa que él no es el centro del cosmos que se creó en un principio bajo unas ideas que no son, ni para nada, sanas ni naturales. La política ha de hacer más caso a lo que los científicos dicen, predicen y establecen con datos e investigaciones que valen su peso en oro, ya que el nivel de vida que tenemos, aunque no lo veamos así en mayor o menor medida, viene en su gran mayoría de los avances en ciencia y tecnología del último siglo, de esos avances que los políticos aceptan a regañadientes. Si un político supiese cómo se controlan las voluntades, o emociones de una persona, se ganaría mejor al electorado. Y lo que he podido leer en varios libros es que hay países que viven con un nivel de amargura y pena mayor que otros debido a que ponen, por imposición o añadidura, al Estado por encima del bien individual. Es ahí donde las desigualdades se notan con más fuerza. Hay países, tipo Reino Unido o EE.UU que ponen en ecuanimidad al Estado con el ciudadano. Puede que de esa desigualdad parta la mayor indignación de hoy día con la clase política.

Un científico conoce, dentro de su ámbito, todos los procesos naturales por los que la vida, biológica, no social, aunque esta se ve influenciada por la biología en un modo u otro, funciona y tiene mecanismos por los que adaptarse al medio cambiante. La política, en muchas ocasiones, no ve la realidad cambiante del medio que gobierna, no, sino que se dedica más a pensar cómo desprestigiar al oponente para que caiga en descrédito y, así, ganar las elecciones o sea cual sea el fin de esos despropósitos. La ciencia, y esto los políticos se lo han de grabar a fuego candente en la sesera, debe ya irrumpir en la sociedad, tener más implicaciones sociales. Ha de servir de arma conexa con todos los sectores. Porque la ciencia, queridos lectores, no es de izquierdas ni de derechas, sino es ciencia y lo que es, es. Y no hay más. La ciencia es importante, más que la política diría yo.


Espero que hayáis disfrutado con la entrada. Por mi parte, me gustaría que, en su caso, me notificarais, vosotros, mis queridos lectores, cualquier fe de erratas en el texto. Será bienvenida. 


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