Hoy día, al Gobierno entra “cualquier” persona con unos “ideales”.
Pues bien, esto no debiera ser así, ya que no todo el mundo entiende la
política como un pensamiento dinámico y mutante que ha de adaptarse a los
nuevos tiempos y maneras de pensar. La política es un instrumento valiosísimo o
innecesario, según la concepción de la persona, que ha de ayudar a crear una
sociedad en unos valores justos y buenos.
Hay personas que, por su comportamiento, personalidad polar
y nivel educativo, nunca deberían estar sentadas en un sillón que representa la
voluntad del pueblo, por otra parte ignorante. El poder de organizar de forma
equitativa una sociedad en que no haya conflictos es una tarea tan difícil que
pocas veces, que yo conozca, vamos, ha sucedido en el mundo contemporáneo. Yo
creo, no sé ustedes, que ese poder es tan difícil que resulta inalcanzable por
muchos factores, uno de ellos, la falta de consenso y las tan diversas
opiniones e ideologías políticas. Las personas que dicen dedicarse a hacer
política no creo que sepan qué comportamiento biológico, cuando menos, rige el
pensamiento filosófico-político y qué se desprende de éste.
Cuando a veces se me cuestiona el porqué de mi gusto a la
política, no sé muy bien qué responder. Puede que haya personas, entre las que
puede que yo me incluya, que sientan ese instinto intrínseco, natural, genético
de llevar a cabo político. Debe ser algo que viene configurado en el cerebro,
del cual desconozco aún casi su totalidad.
A veces soy objeto de mofa entre algunos contemporáneos míos
debido a mi gran interés por la política y por tener anhelos de llegar lejos en
la política a través de la reflexión y el pensamiento de que me dotó la
evolución.
En definitiva, no creo que todo el mundo esté
preparado para gobernar una nación. Es una tarea ardua que necesita de una gran
reflexión y preparación a través del estudio.